Con el corazón lleno de esperanza y profunda gratitud, despedimos a un pastor que nos mostró el rostro misericordioso de Dios en cada gesto, palabra y enseñanza.
Su voz —suave, firme, incansable— fue faro de luz en medio de tantas noches del mundo. En su última Pascua entre nosotros, nos dejó un mensaje que hoy resuena con especial fuerza:
“El amor venció al odio. La luz venció a las tinieblas. La verdad venció a la mentira. El perdón venció a la venganza.”
El Papa Francisco nos enseñó a caminar como peregrinos de esperanza, a creer en la paz, en la fraternidad, y en la dignidad de toda vida. Fue voz de los que no tienen voz, abrazo para los que sufren, y defensor apasionado de nuestra casa común.
Nos invitó a ir a las periferias, a tender puentes, y a cuidar del otro como del más valioso tesoro.
Nos queda su palabra, su testimonio, su fe inquebrantable en el Cristo resucitado.
Hoy, como colegio, damos gracias por su vida y misión.
Y con María, nuestra Madre, elevamos una oración confiada:
Gracias, Francisco.
Descansa en la paz del Resucitado, al que amaste hasta el final.